Las mujeres vemos a las mujeres, y los hombres también lo hacen. No es ningún misterio. Entra una mujer a un lugar y nosotras, instintivamente competitivas, la observamos de pies a cabeza, la medimos con respecto a nosotras, y después le echamos un vistazo al caballero que va con ella. Bastan sólo unos segundos para tener la evaluación completa: si es guapa, bonita o atractiva; si va bien vestida; si hay algo que ella tiene que nosotras deseamos (como la bolsa soñada de Hermès o la cinturita de avispa) y, por último, si va bien acompañada. Lo atractivo que pueda ser el hombre que va a su lado será directamente proporcional al resultado de la evaluación previa. Me explico: si nos pareció una mujer estupenda, su pareja también será apreciada como tal. Si, por el contrario, dio la impresión de ser vulgar, la imagen de su galán se verá totalmente impregnada de ese mismo adjetivo. ¿Injusto? Desde luego, pero real.

La mujer también vende más en una portada. Cuando trabajé en People en Español hicimos la prueba de sacar a un hombre, y no importó lo famoso o atractivo de esa celebridad, las ventas bajaron. Y yo, terca como soy, le repetía a mi editor, un adorable jefe, por cierto, que nosotras estamos más interesadas en ver a una mujer que a un hombre, a menos de que se trate de un romance. Entonces y sólo entonces, hombre mata todo. O debería decir, el amor se impone. 
Al respecto, el otro día uno de mis colegas llegó incluso a afirmar que las mujeres nos enamoramos de nosotras mismas. Yo creo que no es para tanto. De hecho, dudo mucho que haya amor de por medio. La competencia entre mujeres es cruel y despiadada. Si fuéramos como los delfines, que no guardan secretos y todos sus compañeros de tanque se enteran de su opinión, sería intolerable la vida. Secretamente nos ensañamos con las bonitas y con las feas, con las presumidas igual que con las tímidas. Perdonamos a las amigas y a las hermanas, tal vez, pero las demás no se salvan. En esos juicios hay poca compasión y nada de lesbianismo, se los juro.
Esto que les cuento no me enorgullece. Como imagino que a los hombres tampoco les haría sentir bien reconocer que ellos están interesados en medir su poder con sus compañeros de género. Así es la naturaleza: enigmática e implacable. Pero hay que tomarla en cuenta, ignorarla no nos lleva a ningún lado; en cambio, conocerla y explorarla puede darnos algunos ángulos reveladores, incluso en el campo de la moda.

Lucy Lara

Fotografías: Luca Lazzari

1 comentarios:

Anónimo dijo...

David
La competencia entre los sexos es muy distinta,no me gustaria generalizar pero es bien sabido que entre mujeres la competencia es mas cruel por el hecho de que saben muy bien ocultar sus sentimientos (por no decir que saben ser buenas actrices) por otro lado los hombres tambien competimos y muy bien, pero por otro lado somos mucho mas directos, no por nada es comun ver que despues que dos hombres se pelean, se medio matan pero al final ya estan chupando y platicando; al contrario de las mujeres que ha ellas les cuesta mucho perdonarse entre ellas. Como dije no generalizo, pero la compentencia entre mujeres es mas sutil, mas teatral, pero mucho mas mordaz que entre hombres.

Publicar un comentario